Daniel Robles
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21 Oct
Los Bunkers en Guadalajara: un regreso vibrante que iluminó la memoria

Una noche acústica que reafirmó el lazo entre la banda chilena y su público mexicano

En su segunda visita del año, Los Bunkers regresaron a Guadalajara para ofrecer un espectáculo íntimo y poderoso, reafirmando que su conexión con el público mexicano trasciende el tiempo, la distancia y el formato. Desde los primeros acordes de “No me hables de sufrir”, el recinto se llenó de energía: una marea de voces, luces y emociones que marcó el inicio de una noche inolvidable.

El escenario, transformado en un taller de sonidos, desplegó una diversidad instrumental poco común: xilófonos, mandolina, guitarrón, vibráfono, theremin, acordeón, contrabajo y una vasta gama de percusiones. Cada instrumento encontraba su espacio en un diálogo sonoro que convertía cada canción en una nueva experiencia sensorial.

Uno de los momentos más emotivos de la velada lo protagonizó Gregorio Madinagoitia, quien acompañó con guitarra acústica, aportando una calidez interpretativa que complementó de forma perfecta la atmósfera del show. Su momento más brillante llegó con “Entre mis brazos”, donde su ejecución sutil y cargada de sentimiento elevó la profundidad de la pieza, provocando uno de los aplausos más sinceros de la noche.

Las versiones acústicas de Los Bunkers no solo reconfiguraron su repertorio: lo reinterpretaron como un viaje sonoro por territorios lejanos, con aromas de café y pan recién hecho. Durante “Rey”, Álvaro López desató un baile espontáneo y desbordante que arrancó risas y ovaciones, reforzando esa complicidad única con el público mexicano, a quien se dirigió con un humor cercano y expresiones locales que rompieron cualquier distancia.

El concierto alcanzó un tono aún más íntimo cuando el cuarteto “Niños Héroes” se unió al escenario para interpretar temas como “Llueve sobre la ciudad”, “El hombre es un continente”, “Si estás pensando mal de mí” y “Quién fuera”. La incorporación de candelabros sobre la escena acentuó la atmósfera cálida y teatral que envolvía cada nota del Unplugged.

La sorpresa mayor llegó con Juan Carlos Bodoque, recibido entre ovaciones antes de cantar “Una nube cuelga sobre mí”. Las voces del público y los instrumentos se fundieron en una armonía que culminó con un solo de acordeón de Carmen Ruiz, deslumbrante y preciso.
Como gesto de admiración, la banda dedicó un homenaje a Silvio Rodríguez, interpretando una versión exclusiva de “Quién fuera”, que el vocalista describió como “un tributo desde el corazón”.Entre canción y canción, el público mexicano no dejó de corear el clásico “¡Olé, olé, olé, olé, Bunkers!”, vibrando al unísono con la agrupación.

Todo parecía concluir con “Miño”, pero el verdadero cierre llegaría con una triple dosis de energía: “La negra Tomasa”, “Ven aquí” y una inesperada mezcla de “Bailando solo” con “Heart of Glass”.
Bajo una bola disco giratoria que dispersaba destellos por toda la sala, Los Bunkers cerraron su presentación con un broche de oro luminoso, dejando claro que su música —aún en su forma más acústica— sigue brillando con la fuerza de siempre.

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