Alejandro Martínez Sánchez
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29 Oct
Stratovarius en Guadalajara o cómo convertir una noche común en una llena de energía y virtuosismo

En una época en la que se respira un aire distinto, lleno de misterio y misticismo por la cercanía de las fiestas de Halloween y el tradicional Día de Muertos, el pasado 22 de octubre el C4 Concert House de Guadalajara se convirtió en sede de un ritual mágico y poderoso con la presentación de la banda finlandesa Stratovarius, una verdadera leyenda del power metal que volvió a la Perla de Occidente con todo su virtuosismo para deleitar a sus fanáticos tapatíos.            

Fotografías: Tonatiuh Tello

Las acciones comenzaron poco antes de las 20:00 horas con la subida al escenario de Sky Wolves, banda mexicana de power metal que tuvo la encomienda de encender los motores y vaya que lo hicieron de forma magistral, pues lograron una fantástica conexión con el público durante los cuarenta minutos de su presentación que terminaron con el clásico “¡otra!, ¡otra!” por parte del auditorio, demostrando así el cariño y respeto que han obtenido tras casi una década de su formación, tiempo en el que se han ganado un sitio más que merecido en la escena del metal nacional.            

El público quedó más que frenético luego de escuchar a Sky Wolves y mostró su impaciencia por la llegada de Stratovarius hasta que unos minutos después de las 21:00 horas las luces del recinto se apagaron y en el escenario comenzaron a surgir las sombras de cada uno de los integrantes de la banda, quienes apenas tomaron su lugar comenzaron con el ritmo vertiginoso de Speed of Light y Eagleheart, temas que de inmediato hicieron gritar y brincar a todos los asistentes.               

Fotografía: Tonatiuh Tello

Pasando por piezas recientes como World on Fire, hasta clásicos de antaño como Twilight Symphony, el clímax de la noche llegó con la interpretación de Black Diamond, tema que se ha convertido en un himno para la banda y que desató la locura total apenas se escucharon sus primeras notas. Es inevitable mencionar que, si bien cada canción de la noche fue espectacular, con Black Diamond se hace más que latente la calidad musical de cada miembro de banda: la rapidez de Rolf Pilve en la batería, Matias Kuplainen y su precisión en la guitarra, la maestría de Jens Johansson en el teclado, la determinación del bajista Lauri Porra y el poderío en la voz de Timo Kotipelto.            

Además, las habilidades de cada uno de los integrantes se pusieron de manifiesto de forma individual, pues Timo Kotipelto se encargó de presentar a cada uno a lo largo de la noche al tiempo que interpretaron un solo para demostrar la destreza y dominio de su instrumento, siendo Lauri Porra quien conectó aún más con el público al tocar algunas notas del Himno Nacional de México y del Cielito Lindo después de beberse una Corona “bien muerta”. Sin duda, se convirtió en mexicano por un instante y solo faltó que el público le cantara “¡Lauri, hermano, ya eres mexicano!”.       

Fotografía: Tonatiuh Tello

Pasadas doce canciones hubo un pequeño descanso en el que no pararon los gritos de “¡Stratovarius!” hasta que volvieron para el encore del concierto. Tres temas más para cerrar con una velada de ensueño. 

Forever y Unbreakable levantaron los ánimos de los presentes de nueva cuenta para terminar con el clásico Hunting High and Low, el cual fue extendido con el propósito de hacer gritar y gritar al público para demostrar que eran “el mejor de todo el tour”. Una incógnita que será difícil de averiguar, pero la pasión y entrega que hubo hacia la banda es innegable. Stratovarius suele volver con frecuencia a tierras mexicanas, pero en cada ocasión es un deleite y siempre serán recibidos con los puños en alto.

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