El noreste mexicano es una franja polvorienta y calurosa que se ha encargado de parir a los nuevos santos y demonios de la escena alternativa nacional, lleva rato funcionando como una especie de vivero salvaje de talento. De esas tierras han brotado fenómenos que hoy son referentes nacionales: Señor Kino, Ed Maverick, Simpson Ahuevo, Margaritas Podridas… nombres que en su momento fueron apenas susurros del nuevo underground y que ahora encabezan playlists y festivales de mediano tamaño. Dentro de esa cosecha fresca y melancólica, aparece Canela, banda nacida en Culiacán, Sinaloa, integrada por Diego en el bajo, Paul en la guitarra y segundas voces, Isa al frente con guitarra y voz principal, y Ted en la batería.
Los conocí por accidente, como deben conocerse las cosas que de verdad valen la pena: dependiendo del ruido de fondo de vídeos mal recomendados por el algoritmo de YouTube. Y entre tanto relleno apareció “Bart Simpson!”, acompañado por un videoclip con la clásica estética febril de VHS, con el nombre bastó para que llamaran mi atención. Ese tema es el segundo de su disco “Morres”, y funciona como puerta de entrada a un universo juvenil entre lo dulce y lo melancólico.
El azar a veces juega de manager secreto y me los volvió a poner en el camino tan solo semanas después: Canela aterrizaron en Guadalajara para presentarse en el Centro Cultural Tantuyo y obviamente no podía faltar. Su primer show en tierras tapatías fue una sacudida de pop ruidoso, guitarras brillantes y esa energía de banda juvenil que todavía tiene hambre. Y como guinda, la noche terminó con una breve charla con la banda, entre risas, curiosidades y un cameo de los integrantes de Liga Juvenil a media entrevista, la banda nos compartió su trayectoria.
¿Cómo fue que pasaron de conocerse en la Friki Plaza de Culiacán a convertirse en una banda formal, grabar un álbum y ahora estar girando por distintos estados?
No empezamos tocando ahí, más bien fue el punto de encuentro: nos conocimos en la plaza, compartimos gustos y de pronto la idea de hacer música juntos salió sola. Al principio eran covers, desde Radiohead o Señor Kino, rolas que ya traíamos en la cabeza. Luego vino la necesidad de subirnos a escenarios en Culiacán, de buscar toquines aunque fueran pequeños, y poco a poco el proyecto empezó a tomar forma. Fue como una bola de nieve: cada paso trajo otro más grande. Y aunque sentimos que todavía no está en su punto máximo, ahí vamos.
En su sonido hay una mezcla de lo etéreo con lo enérgico. ¿En qué momento, tras tantas prácticas y experimentos, sintieron que habían encontrado el" sonido Canela”? Lo fuimos desarrollando mucho durante la pandemia. En ese tiempo empezamos a escuchar cosas como Mac DeMarco, con ese aire medio etéreo, medio dreamy, y poco a poco se fue asentando lo que de verdad nos gustaba. También nos influenciaron bandas como Slowdive o parte del dream pop, y por el otro lado mucho postpunk, como Joy Division. Al final lo que hacemos es mezclar un poco de esas dos corrientes y dejar que se crucen en nuestro propio estilo.
En Morres aparecen títulos como “Mota y Cheetos”, “Universidad” o “Bart Simpson!”. ¿De dónde salen esos nombres? ¿Hay historias personales detrás? La mayoría nacen porque nos parecen bonitos, chistosos o pegajosos. Igual que con el nombre de la banda: le pusimos Canela porque sonaba gracioso, fácil de recordar y agradable, sin mucha ciencia detrás. Con las canciones pasa algo parecido: a veces los títulos tienen un poco que ver con la letra, pero en general son ocurrencias que nos parecen divertidas. Normalmente, los escribimos, los vemos y decimos: “se ve chido este”. No hay un trasfondo profundo, simplemente agarramos cosas curadas y ya.
¿No les ha traído problemas el nombre? Por ejemplo, ya existe la Agrupación Canela y varios grupos de distintos géneros con nombres similares.
Sí, de repente se complica un poco que nos encuentren, porque Canela es un nombre medio genérico y claro que hay varios artistas que también lo usan. Pero como ya llevamos tiempo con el proyecto, dentro de nuestro nicho la gente ya nos reconoce y el nombre se fue quedando. A veces sí hay detalles, pero nada grave, es algo con lo que aprendimos a lidiar.
Con Bart Simpson los conocí, y asumo que son fans de la serie. Si pudieran escoger una canción de Canela para que apareciera en un episodio, ¿cuál sería? Universidad, que es la que abre el álbum.
A la hora de componer, ¿qué viene primero: la letra, el sonido, la atmósfera o el concepto? Principalmente el sonido y la atmósfera. La letra surge después, sin mucha lógica al principio, solo buscando que sea agradable, pegadiza y que suene bien. A veces nuestro proceso es como armar un rompecabezas de palabras: vamos pegando frases rimbombantes, que no usaríamos en la vida real, como si fueran diálogos de doblaje latino. Luego, de manera retroactiva, le damos sentido. Es un poco caótico, pero funciona y nos permite experimentar hasta encontrar lo que nos gusta.
La escena del noreste está creciendo cabrón. Ahora ya no es necesario esperar a que Ciudad de México, Tijuana o Guadalajara los despeguen. ¿Ustedes creen que el noreste tiene un sonido propio o cada banda que ha salido tiene su estilo? Por lo que hemos visto en la gira, cada estado tiene sus propias tendencias. Por ejemplo, en Toluca escuchamos mucho emo; Ciudad de México es muy experimental y social en sus letras, hablan de la vida diaria como si estuvieran atrapados en un hoyo de ratas, del metro y todo eso. En el norte, los sonidos son un poco más dulces, frescos, suaves, aunque también han sido muy frenéticos. Allí empezó la ola del surf con Señor Kino y ahora se está transformando hacia el dreampop y el shoegaze, pero antes era más crudo.
(Liga Juvenil): Antes de eso, la escena era metal y psicodélica. La primera tocada de Canela, a la que tuve chance de ir, fue en un estacionamiento bastante feo, con bandas de puro metal, incluso una de metal evangélico, y aparte bien mamones, con todo respeto (risas). Fue impresionante ver el cambio: al principio, todas las bandas con cara de póker, quietas como viendo el noticiero, y poco a poco se empezaban a mover, a disfrutar su música a su manera, incluso con un slam en una canción donde nadie lo esperaba. Ver cómo desaparecía la escena de metal y cómo surgía algo más propio, donde la gente pasó de estar ahí porque alguien los invitó a de verdad disfrutar, fue increíble.
Esto que cuentan contrasta con los estigmas de violencia y narco cultura que se tienen del norte. Sí, igual nosotros lo vivimos casi a diario. Es raro, porque en el norte las ciudades quedan lejos unas de otras, a veces vives en un rancho, pero de ahí salen cosas chidas, experimentales, alternativas. Con calles de terracería y mirando el canal de resistencia se te ocurren cualquier cantidad de ideas. Resistencia y resiliencia. Es una contracultura que vale la pena: abrazar la cultura, pero también cuestionarla.
Todo el mundo relaciona a Sinaloa con la Banda MS o los corridos. ¿Cuáles creen que son las ventajas y desventajas de haber crecido en ese ambiente? Es otra perspectiva. Crecer en este entorno te da resiliencia, te enseña a ser fuerte y a seguir haciendo lo que te apasiona, aunque a nadie más le guste, como decía Isa. Hay una cultura muy marcada en el norte, y la contracultura responde con la misma potencia. A veces surgen actos de metal, shoegaze o cosas que simplemente no encajan con todos; escuchar canciones introspectivas puede parecer raro para algunos, mientras que otros no se identifican con letras sobre armas, dinero, viejas o carros, que no reflejan su vida.
Al final, la contracultura surge de esa misma necesidad de asimilación. Cada artista y cada banda del norte o noreste tiene su propio estilo, su manera de contar lo que vive. Aunque compartimos entorno, estilo de vida y experiencias similares, cada banda lo experimenta y lo expresa de manera distinta. Crecemos en el mismo lugar, pero cada quien ve y siente el mundo a su manera.
En sus primeros trabajos, Beach Fossils y Slowdive fueron sus influencias. ¿Hay algo nuevo que hayan escuchado y que les gustaría experimentar en lo próximo de Canela? Stereo Lab, los hemos escuchado mucho últimamente, y cosas un poco más groovy, más experimentales, más funky. Queremos probar algo más alegre, algo que invite a moverse, muy rítmico. Incluso, si alguien escucha ambos álbumes de Canela, el actual y el que estamos por sacar podrían confundirse, porque vamos a hacer algo bastante distinto.
¿Qué podrían adelantarnos de ese nuevo álbum de Canela? Estamos por sacar un nuevo disco, que sale el 31 de octubre. Vamos a lanzar otras dos canciones antes, y esto es en exclusiva: Discos Sucios y Choque Ascensor. Después sale el disco completo. Es nuestro segundo material y es un poco distinto al primero, más maduro, con sonidos menos influenciados por la ola latina del pop, digamos Ligas Menores.
Siento que ahora logramos un sonido más cercano a lo que teníamos en mente desde el primer disco. El primero era como una visión de lo que queríamos hacer, pero cuando uno hace arte no siempre sale exactamente lo planeado; siempre termina siendo algo aparte. En el segundo disco sentimos que eso se cumplió: lo que imaginamos se concretó mejor.
Constantemente te cuestionas lo que haces. Nos pasó que cuando empezamos a tocar el segundo álbum todavía teníamos que tocar el primero porque recién lo estábamos lanzando, así que había un choque constante. Pero es parte de aceptar que vas creciendo, cambiando tu visión y componiendo cosas que te gustan cada vez más. Eso no hace que lo anterior valga menos; simplemente es el punto de partida que vas evolucionando.
De mi parte ya es todo, pero igual, ¿quieren compartir algo más? Muchas gracias por el espacio. Sigan haciendo arte y cuestionándose. Hay muchísimo arte hecho en México; busquen obras que vengan de lugares inesperados, apoyen lo local. Al menos salgan del top 50 de Spotify: con eso ya es ganancia, y luego apunten al top 500 o incluso al 50 000 000.
Cuando terminamos la entrevista, sentí como si de repente todo el ruido en mi cabeza se calmara. Durante quince minutos, el mundo se redujo a esa sala del Tantuyo, hablamos de discos, de contracultura, de resiliencia, pero sobre todo, de música que nace en lugares donde nadie espera encontrarla.
Al salir, las calles de Guadalajara ya estaban solas y una lenta llovizna lavaba todo a su paso. Prometimos volver a coincidir en su próximo tokin por estas tierras, y mientras tanto, me acordé de que el mundo es grande, que México es más que un par de ciudades mediáticas, y que siempre vale la pena buscar lo que se hace más allá, en los rincones inesperados.