Últimamente, las canciones que llegan a mi bandeja de entrada tienen nombre y apellido: historias migajeras, muy acorde a la tendencia del momento. Eso y gente escribiéndole a los “casi algo” como si fueran una relación de años, llorándole a un fantasma que nunca terminó de tener forma. Y lo curioso es que funciona. Porque en una época donde lo efímero duele más que lo duradero, Arrancarte, de Katy Romort, es un ejemplo de esa herida mal cerrada.